La educación clásica implementa el diseño del orden de Dios y, al hacerlo, desarrolla en el estudiante una mente bien entrenada. Esto se aplica no solo al salón de clases en un sentido tradicional, sino también a la tarea de educar en el hogar.
La educación progresista aboga por una educación “centrada en el niño", pero, ¿de dónde surgió esta idea? y ¿por qué los cristianos deberíamos, al menos, cuestionar si es lo mejor para nuestros niños?