¿Qué tiene que ver la razón con la fe? ¿Qué tiene que ver lo intelectual con lo espiritual? ¿Qué tiene que ver la filosofía con el cristianismo?
Estas son preguntas que Tertuliano, uno de los primeros padres de la Iglesia, resumió cuando se preguntó: "¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?"
La pregunta de Tertuliano parece enfrentar la cultura de estas dos ciudades antiguas, como si fueran de alguna manera inconsistentes. Y, de hecho, hay diferencias importantes.
Se han dado muchas respuestas a la pregunta de Tertuliano durante los últimos 2.000 años. Algunos están de acuerdo con él en que hay algo irreconciliable en las dos culturas, una basada en la razón del hombre y la otra en la revelación de Dios.
Los cristianos fueron los herederos de la cultura clásica que provenía de los romanos y los griegos. Cuando Roma cayó, dejó los restos dispersos del saber de la antigüedad entre las ruinas de su cultura. Fue la Iglesia quien recogió y preservó las cosas que quedaron.
Thomas Cahill, en su libro How the Irish Saved Civilization ("Cómo los irlandeses salvaron la civilización"), cuenta la historia de cómo los monjes irlandeses copiaron y volvieron a copiar los textos antiguos a lo largo de la Edad Media para preservarlos para la posteridad.
En los siglos X y XI, estos manuscritos que contenían el saber de los antiguos fueron redescubiertos por los eruditos cristianos de Occidente, quienes los compararon con lo que sabían de las Escrituras y los pusieron al servicio de su fe.
El aprendizaje de los griegos y romanos, transformado por los cristianos de la Edad Media, se convirtió en lo que ahora conocemos como “educación clásica”. Se transmitió de generación en generación y se convirtió en la base de la cultura cristiana de Europa y América.
La Educación Clásica fue lo que los puritanos trajeron con ellos e institucionalizaron en escuelas como Harvard y Princeton, y fue el sistema de aprendizaje del que se nutrieron los padres fundadores de EEUU.
La respuesta de la histórica Iglesia a la pregunta de Tertuliano no fue la respuesta de Tertuliano. Fue la respuesta de Agustín.
Lo que Agustín sabía era que lo que algunos llaman "razón humana" no era realmente humano en absoluto. La "razón" que llamamos "humana" es realmente nuestra propia capacidad de percibir, en virtud de la imagen de Dios en nosotros, las verdades que encontramos en el mundo creado.
Agustín, reconocido por muchos como el mayor pensador de los primeros mil años de la Iglesia, y él mismo completamente educado de forma clásica, argumentó en su gran obra, Sobre la Doctrina Cristiana, que el aprendizaje de los antiguos era "oro egipcio".
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Fuente: Traducción original del texto en inglés "THE RECOVERY OF REAL EDUCATION", artículo "WHAT HATH ATHENS TO DO WITH JERUSALEM?, by: Martin Cothran
*Traducción por Mara Márquez Ravilet